Todos creemos saber lo básico; cepillarse los dientes al menos tres veces al día, después de cada comida (lo ideal es media hora después, momento en el cual el pH de la saliva ya ha vuelto a la normalidad), acordarse de la cara interior de los dientes, darle unas pasadas a la lengua… ¿pero sabemos realmente cómo hacerlo? ¿cada cuánto tiempo debemos cambiar el cepillo? Esta y otras dudas serán resueltas en este post, iniciando así una sección en la que trataremos de dar respuesta a las dudas más frecuentes relacionadas con la higiene bucodental.
Así pues, sin más introducciones, vamos a autorespondernos a algunas de esas dudas más comunes.
Si bien el cepillado dental es el método de higiene bucal más utilizado -en conjunción siempre con una buena pasta dental- no tiene el suficiente alcance para llegar a toda la superficie dental, más concretamente a la región interdental. Un correcto cepillado elimina manchas dentales y permite una limpieza de las partes del diente más visibles, y por tanto de más fácil acceso, pero realizar una limpieza completa debemos servirnos de otros instrumentos como pueden ser el hilo dental, los cepillos interdentales y los irrigadores dentales.
Existe una creencia común acerca del movimiento a realizar con la seda dental, que consiste en introducirla en el hueco interdental y moverla como quien se seca la espalda con una toalla, de lado a lado. Esto es muy perjudicial para las encías, ya que al contactar con ellas las erosiona.
El correcto procedimiento es el siguiente:
Estos son pequeños cepillos con una distribución de las cerdas diferente, formando un ángulo de 90º con el propio cepillo. La manera de usarlos es introduciéndolos, sin forzar y con cuidado, en el hueco que existe entre cada dos dientes, llegando así a estas zonas, a las que es imposible de acceder con el cepillo. Debido a que estos espacios interproximales tienen distinto tamaño, y -como hemos dicho antes- no queremos forzar la entrada del mismo, estos se venden con distintos diámetros, desde 0,4 mm hasta 2 mm.
Es muy importante usar estos cepillos correctamente, ya que de lo contrario pueden producir una serie de problemas, a saber: hipersensibilidad en los dientes y abrasión de los tejidos duros -por eso insistimos tanto en que no hay que forzarlos-. Además, y relacionado con este último, no se deben usar con pasta, ya que esta suele tener agentes abrasivos, y por tanto incrementarán el riesgo de deterioro de esmalte, dentina y cemento de la pieza.
El irrigador dental, o hidropulsor, es un aparato que envía un chorro a presión focalizado, de manera que permite eliminar restos de comida y placa bacteriana en aquellas zonas de difícil acceso, como las interdentales o la línea de las encías.
La composición del mismo es la siguiente: básicamente la integran tres elementos: un depósito de agua, una bomba y una boquilla que permite focalizar el chorro.
No existe un solo modelo de irrigador, ya que tenemos distintas funcionalidades dependiendo de para qué lo usemos y la calidad del mismo: distintas boquillas, presión regulable, masajeo de encías o blanqueamiento dental son algunas de las posibilidades que podemos encontrar.
La respuesta aquí es doble: el cepillo eléctrico facilita y acorta la tarea de un correcto cepillado. Dicho de otra manera: un cepillo eléctrico elimina en un minuto la misma placa bacteriana que uno manual en 6.
Con respecto a una limpieza más profunda, hay evidencia científica de que los eléctricos con sistema rotacional-oscilante son superiores tanto en reducción de la placa como de la gingivitis.
Solventada la duda, los eléctricos ganan en cuanto a rapidez, facilidad y efectividad, pero que no se entienda esto como un desprestigio del cepillo tradicional. Este, usado de una manera correcta, también realiza su función con las máximas garantías.
Como todo, las cerdas del cepillo se desgastan con el uso, terminando por perder su forma y «acostarse» hacia ambos lados del cepillo. Esto lleva aparejada la pérdida de efectividad en su tarea de eliminar placa bacteriana. El momento exacto de sustituirlo es complicado de determinar, y no nos debemos guiar exclusivamente por el aspecto del cepillo, ya que parte de la efectividad ya se ha perdido aunque visiblemente no sea tan evidente, y además hay personas que se cepillan con más fuerza que otras.
Es por esto que se recomienda, en base a una media de desgaste, cambiar de cepillo de dientes cada tres o cuatro meses.
¡No! Existe una cierta creencia, muy generalizada, a pensar en que cuanta más presión se aplique sobre el cepillo mientras nos cepillamos los dientes, mejor. Nada más lejos de la realidad. El cepillado agresivo (así se llama), es aquel demasiado enérgico, que implica apretar mucho el cepillo en el agarre y contra los dientes, y además suele incluir una técnica inadecuada.
El cepillado agresivo acorta enormemente la vida útil del cepillo de dientes, pero no es ese el problema que nos debe preocupar; y es que, si lo convertimos en práctica habitual, lo más normal es que suframos dos problemas que tienen una muy difícil solución:
Para evitar esto, además de ser conscientes de la fuerza que estamos ejerciendo y de conocer bien la mecánica del cepillado, existen cepillos eléctricos que nos avisan cuando estamos realizando un cepillado agresivo, llegando incluso a reducir sus rpm para evitarlo.
Llegamos aquí al que consideramos el mejor consejo con respecto al tema que nos ocupa; la correcta mecánica del cepillado de dientes. La realidad es la siguiente: el común de los mortales no se cepilla los dientes correctamente. Cogemos el cepillo, lo mojamos (o no), le echamos una cantidad de pasta tal que ocupe toda la superficie del cepillo, lo mojamos (o no), lo metemos en la boca, y empezamos a mover la mano de arriba a abajo y hacia los lados, haciendo la máxima espuma posible.
¿Lo hacéis así? Pues hay margen de mejora. Para maximizar la efectividad de nuestro cepillado y no dañar ni el esmalte ni nuestras encías, debemos seguir los siguientes puntos:
Y así acaba nuestra primera entrega de esta nueva sección acerca de higiene bucodental. Ya sabéis que todo esto debe ser complementado con visitas regulares a vuestra clínica dental, en la que os atenderemos y os daremos estos y otros consejos.
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