Todos conocemos a alguien que lleve o haya llevado brackets. Pertenecemos a una época en la que la estética y el cuidado de la boca han pasado a ir de la mano, ocupando un primer plano en nuestra lista de prioridades. Es por esto que la odontología ha tenido que reinventarse en cuanto a sus funciones, de una inicial búsqueda de la efectividad pura a la inclusión de la armonía del conjunto aparato-boca para lograr la satisfacción de sus clientes, que cada vez buscan cubrir necesidades más específicas.
Cuando pensamos en la palabra bracket, automáticamente nos viene a la cabeza la sonrisa con brillo metálico de alguno amigo de la infancia. La ortodoncia clásica está formada por una pieza -generalmente de acero inoxidable- colocada en el centro de cada diente y unida al resto por un arco metálico sobre el que se aplica la fuerza. Para sujetar el arco a la placa se usan unas gomas que permiten la personalización del aparato, al poder ser elegido su color. Así, tenemos desde la posibilidad de escoger desde el más sobrio gris, que se integra a la perfección con el tono del conjunto, al más vistoso de los arcoíris bucales.
Posteriormente, y según los requerimientos en términos de tiempo y necesidad, se pueden sumar a estas dos partes imprescindibles otras, como las gomas que encajan en ambos maxilares, o las metálicas, cables metálicos -sentimos la redundancia- que se atan sobre cada uno de los brackets y a la vez entre ellos, aplicando aún más presión al conjunto.
Pero el tiempo ha pasado, y cubierto el primer objetivo -la efectividad-, y vista la popularidad y demanda del tratamiento, como si de una pirámide de necesidades se tratase, se ha empezado a buscar algo que se pueda integrar mejor en ese todo que es la boca.
Así, las evoluciones en la materia han caminado por dos vías; por un lado, hacia una eficacia mayor del vulgarmente conocido como aparato de los dientes, y por otra a un ocultamiento de este para los que nos ven.
Entramos así en el territorio de la estética. Si bien es habitual y está muy extendida la creencia de que existe una relación inversa entre la invisibilidad y la eficiencia de las ortodoncias, debido fundamentalmente a los materiales usados -más frágiles- esto no es cierto, y tanto la eficacia como la eficiencia del tratamiento es prácticamente la misma, existiendo, eso sí, variedad en el precio de los tratamientos a implementar, siendo más costosos los que ahora trataremos.
Tenemos aquí la primera evolución del concepto original. Una solución funcional -sin olvidar los beneficios para la salud que un correcto alineado de los dientes nos produce- y de la manera más estética posible.
Así, esta alternativa se basa en el uso de brackets del color más parecido posible al diente del paciente, con un arco que también se puede camuflar con un color blanquecino. A priori la solución para el problema de la notoriedad del aparato es buena, aunque el paso del tiempo puede traernos una complicación, y es que el color puede llegar a amarillear dependiendo de nuestros hábitos (beber alcohol, fumar, consumir habitualmente alimentos que nos pueden tintar los dientes).
Asociado a esto, y al material de construcción del bracket, estos son más frágiles, y precisan de más cuidados en cuanto a higiene. Esta fragilidad lleva a que exista mayor posibilidad de fractura, y consecuente sustitución de los mismos, por lo que, en el caso de que esto llegue a suceder, las visitas al ortodoncista serán mayores que con brackets metálicos, más duros y que requieren menos mantenimiento.
El precio, como ya reflejamos anteriormente, es más elevado que en el caso del aparato tradicional, pues los materiales de construcción lo son también. La limpieza debe ser más puntillosa, al exigir el uso de hilo dental -si bien esto debería ser obligado cada vez que nos lavamos los dientes, como ya reflejamos en nuestro anterior artículo– la prohibición de usar pasta blanqueante y el cuidado con aquellos alimentos que nos puedan tintar los brackets.
Si bien la cerámica ayuda en gran medida a disimular la ortodoncia, existe una innovación que nos permite conseguir lo realmente buscado; que aquello que nos está ayudando a alinear nuestros dientes sea completamente invisible. Pero esto no son brackets, sino un par de férulas de quita y pon que se anclan a los dientes y se cambian cada dos semanas. Estas se fabrican individualmente para cada paciente y conforme los dientes se van moviendo, para adaptarse exactamente a los mismos y al tratamiento a desarrollar.
Entre las grandes ventajas que posee esta ortodoncia destacan: la comodidad, ya que no causan erosiones en la boca al no llevar ningún tipo de metal ni rozar contra ninguna parte sensible; la invisibilidad, ya que son completamente transparentes; la eficacia, pues al estar fabricadas a medida el tratamiento se adecua al paciente en cuestión; y la facilidad en cuanto a higiene, ya que al ser removibles se quitan al comer y beber, permitiendo una higiene completa y sencilla, sin tener que luchar contra los arcos y brackets para llegar a todas las partes del diente.
Además de esto, no afectan al habla, y la duración del tratamiento es la misma que con los brackets tradicionales, con la ventaja de que las revisiones pueden llegar a ser más espaciadas, y además son más cortas, pues no es necesario ajustar brackets, arcos, cambiar gomas, etc.
Como único inconveniente hemos de nombrar la cuestión económica, y es que suelen ser tratamientos algo más caros que los tradicionales.
En definitiva, existen varios métodos que se adaptan a las cada vez más diversas y específicas necesidades de los pacientes, y esa mayor capacidad de decisión siempre es una buena noticia, porque como consumidores nos permite un superior margen de maniobra para decidir aquello que más nos conviene o encaja. Y aquí es donde entra Pías Clínica Dental, asesorándote de una manera integral y contando con una enorme variedad de servicios, entre los que destacan los aquí mencionados. ¡Estamos deseando atenderte!
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